Como un homenaje en el aniversario de su muerte, el Ingeniero Jorge Isaac López lópez, integrante del Comité de Base que lleva su nombre; nos presenta una compilación acerca del pensamiento y la obra del Sociólogo colombiano Orlando Fals Borda.
Orlando Fals Borda (Investigador
y sociólogo, nació en Barranquilla, Colombia, el 11 de julio de 1925 y falleció
en Bogotá el 12 de agosto de 2008).
Una
Mirada del hombre de ciencia, activista y comprometido, político y lleno de
amor por
Colombia,
por América Latina y por el mundo en general.
Compilación: Esp. Jorge Isaac López López
Comité de Base “Orlando Fals
Borda” [PDA]
jorgeisaac342@yahoo.es
La trayectoria personal, intelectual y política del
maestro Orlando Fals puede mostrar uno de los derroteros a través de los cuales
han discurrido las disciplinas y campos de estudio que se ocupan del análisis
de lo social en Colombia, y, con el cuidado que se debe tener con las
extrapolaciones, tal vez de América Latina. En su obra se puede seguir el
trazado que va desde de lo que Franco, Jutkovitz y Solari (1976) llamaron
«sociología científica» hasta la «sociología crítica»; en otras palabras de la
sociología institucionalizada en la década de 1950 en América Latina bajo la
inspiración funcionalista de la sociología predominante en Estados Unidos, a
una sociología, que al igual que lo ocurrido tanto en los países del Norte como
del Sur, incorporó la obra de Marx como
fuente de interpretación teórica principal. Tal vez algún
sector de la academia pueda extrañar que en la obra de Fals Borda no haya eco
del llamado «giro lingüístico» y por lo tanto podría ser «incompleta» porque se
habría detenido en una visión «tradicional» y no aportaría más que a
una «historia» del análisis social en Colombia. No
obstante, el homenaje que estas líneas quisiera rendir al maestro es destacar
un rasgo de su obra que es necesario reafirmar para que lo producido en la
academia se haga dentro de unos marcos mínimos de responsabilidad.
A lo largo de la trayectoria de su obra, Fals Borda
conservó lo que él llamó en su primera obra que apareció en español El Hombre y
la Tierra en Boyacá, el «método científico» 1 como una actitud mental, que
resulta «…indispensable para poder sentar aquellas bases firmes que permitan
simultáneamente, en lo posible, construir una teoría social a salvo de
resquebrajaduras y conducir trabajos empíricos que no malgasten, por
desorientación teórica o por falta de hipótesis de trabajo, los recursos
investigativos disponibles» (Fals Borda, 1957: XI).
Ser fiel a ese principio fue lo que permitió que obras
hechas en clave funcionalista, como Campesinos de los Andes y El Hombre y la
Tierra en Boyacá, sobrevivieran luego de la entrada del marxismo tanto en su
propia obra como en una buena parte de la academia colombiana en los años
setenta; al respecto, Darío Fajardo, en el prólogo a la quinta edición de
Campesinos de los Andes en 1979, anotaba que la riqueza descriptiva de las
obras iniciales de Fals Borda «…lejos de reñir con las mayores posibilidades
explicativas del materialismo histórico, proporciona[n] más elementos para la
comprensión de la vida social y de su dinámica» (Fals Borda 1978: VIII). 1
En estas cortas líneas no hay espacio para entrar
detenidamente en la discusión acerca de si en las primeras obras de Fals Borda
hay una «visión positivista» cuando habla del «método científico»,
que luego cambiaría en el transcurso de la década de 1960
cuando da su viraje hacia la «ciencia
comprometida», que por demás, para la siguiente década, va
recogiendo planteamientos como los
de Feyerabend, Kuhn, Foucault.14
Sin pretender minimizar los elementos que hicieron de Fals
Borda el científico social comprometido como él lo entendía 2 , quiero llamar
la atención sobre las características de la ciencia como actitud mental que se
encuentran en su obra y que deberían resultar indispensables para cualquiera
que emprenda de manera responsable la tarea de estudiar la realidad social; lo
más importante de este legado del maestro Fals, sobre el cual baso este
homenaje, es que se presenta como un requisito tanto para aquel que se declare
científico social comprometido como
para el que no lo haga, e incluso lo considere impropio,
cuestionable.
Un primer componente de dicho legado, es estar alerta
contra lo que él llamaba los peligros del «mimetismo intelectual», es decir,
repetir o confirmar lo que se dice o se hace «en otras latitudes». Sobre este
riesgo advirtió Fals Borda, tanto en su crítica frente al «colonialismo
intelectual» que promulgaba una ciencia social neutra, como a la aplicación
dogmática del «materialismo histórico». El riesgo del «mimetismo intelectual»
para Fals Borda se traducía en
confundir «neutralidad valorativa» con objetividad
científica como si fuera posible realizar ciencia sin tener una valoración del
proceso social y por lo tanto asumiendo una indiferencia frente a las
problemáticas abordadas. Para evitar este riesgo Fals Borda recomendaba al
científico social «…dar un paso metodológico adicional: combina(r) los modelos
sincrónicos de corte seccional con los del proceso social e histórico
diacrónicos» (Fals Borda, 1981: 24).
El paso adicional que recomendaba Fals Borda lleva a una
segunda característica de la ciencia como actitud mental, esto es la necesaria
mirada del proceso histórico que ha llevado a la constitución de los fenómenos
sociales. Si bien es cierto que en sus primeros trabajos la perspectiva
histórica le sirve para acentuar su tesis del mundo campesino de los Andes
colombianos como un mundo en transición, como se tendía a concebir a América
Latina por parte de la «teoría de la modernización» por ese entonces en boga,
lo importante a destacar es que en su obra la «historicidad» de lo social se va
a convertir en un elemento básico de la comprensión científica que permite,
para emplear términos hoy al uso, «desnaturalizar» lo que en un momento dado se
tenía por establecido. De los varios ejemplos que hay en su obra en este
sentido, se puede citar el análisis que hace a propósito de una de las
principales problemáticas de las que él se ocupó, las dinámicas regionales;
después de indicar lo que significa para el país a finales de la década de 1980
repensar su ordenamiento territorial, señala: 2
A pesar que en todas sus obras desde finales de la década
de 1960 y su acción política se hacen
a partir de su condición de científico social
comprometido, es en el manifiesto de 1970, Ciencia
propia y colonialismo intelectual se pueden apreciar
claramente lo que significaba para Fals Borda
el necesario compromiso social de un científico social.15
Naturalmente, cuando se establecen límites físicos como
los que figuran como líneas divisorias en los mapas, éstos condicionan muchos
de nuestros actos y de nuestros pensamientos. Tales líneas divisorias se
traducen en nuestra conciencia a «cosas» dentro de un sistema aparentemente
racional, normal o funcional, como si fueran hechos naturales y eternos. La
suma de esas «cosas» dentro de un sistema aparentemente racional, normal o
funcional, como si fueran hechos naturales y eternos. La suma de esas «cosas»,
de todo este sistema fetichizado y alienante, es la
que aparece en los mapas como Estado – Nación. Estos fetiches
sistémicos son los que debemos enfocar, analizar y entender a cabalidad.
También debemos ser capaces de burlarnos de las fronteras, de todas ellas, como
en un esfuerzo de mentalidad colectiva (Fals Borda, 1988: 20).
Una tercera característica de la ciencia como actitud
mental en la obra de Fals Borda es que fue ella la que lo llevó a su compromiso
social; fue a través de conocer «de manera científica» la realidad social
colombiana, en especial de la población rural, que él llega al convencimiento
que en
un país como Colombia, hacer ciencia sin un compromiso
social con la transformación era inconcebible 3 . En el comienzo de su
trayectoria se plantea como el «científico social» que haciendo de manera
rigurosa y responsable su trabajo podía mostrarle a las élites cuáles debían
ser los derroteros para la inminente y necesaria transformación que requería un
país, que dramáticamente, como se verá en los años siguientes, entraría en una
larga oleada de violencia que prolongará con toda su decadencia hasta la actualidad.
De ahí que en la primera etapa de su trabajo, la intención de Fals Borda era
realizar una labor de sensibilización de las elites para la transformación de
la realidad del campesinado; decía en el Prólogo a la edición castellana de
Campesinos de los Andes, en 1961: «El descubrimiento de la realidad campesina
me llenó de entusiasmo y esperanza, creando actitudes con que desde entonces he
tratado de contagiar, dentro de mis cortos recursos, a mis colegas y miembros
de la elite» (Fals Borda, 1978: XI).
Con la convicción que se estaba operando la transformación
entre el campesinado, su preocupación era, en sus propias palabras «¿Cómo se
van a orientar las energías del campesinado en su inminente despertar? ¿Cómo se
conducen tales energías para que entre todos se modele un país mejor?» (Fals
Borda, 1978: XII). Estas preocupaciones seguían en el marco 3 Entre los varios
puntos que requerirían un mayor tratamiento en estas cortas líneas de homenaje
al maestro Fals Borda, éste que es central en su obra y trayectoria, su visión
de una ciencia social comprometida merece un debate detenido en la academia
colombiana y latinoamericana.
La hipótesis que se sostiene es que para discutir y
comprender la postura de Fals Borda hay que
comenzar por señalar que su responsabilidad como persona
de ciencia fue la que lo llevó al estilo
de compromiso que asumió. 16 de su pretensión de asumirse
como un «científico social» cuya función es realizar estudios dentro de los
cánones de la ciencia, por eso el primer público de su trabajo eran sus
colegas, en el prólogo citado anotaba, «Es posible que en el curso de los años
pueda ofrecer a mis colegas del país y del extranjero, las conclusiones a que
logre llegar en cuanto a los principales principios causales de los cambios
socioculturales en nuestro medio» (Fals Borda, 1978: XII); en segundo lugar,
pero no por ser menos importante, el conocimiento generado tenía como destino
servir de base para «tomar decisiones inteligentes en cuanto a planeación
social y
económica» (Fals Borda, 1978: XII).
En esa interpelación a las clases dirigentes, consideraba
Fals Borda que para que el conocimiento científico, logrado con rigor y juicio,
buscando estudiar el campesino colombiano «sin parcialidad ni prejuicio, tal
como es realmente», se convirtiera en el insumo básico para encontrar vías de
transformación hacia el bienestar, se necesitaba en Colombia un cambio en las
clases dirigentes colombianas. Son ilustrativos dos párrafos del prólogo que se
viene citando, como angustioso testimonio y razón del viraje que va a tener la
trayectoria intelectual y política del maestro Fals Borda, y que, habrá que
demostrarlo, también son una dramática advertencia de lo que va a ocurrir en el
último cuarto de siglo en el país. Decía el maestro Fals, ¿Qué hacer con las
clases dirigentes de Colombia? Porque de ellas, indudablemente, depende el
curso de los próximos acontecimientos. Ya en la primera edición de este libro
se les hacía un directo emplazamiento, concebido en términos de realismo y
urgencia. Recordé que los círculos de la élite no ofrecían refugio contra los movimientos
sociales que caracterizan a nuestro siglo, «porque el aislamiento no podrá
constituirse nunca en defensa contra las emociones y aspiraciones de un pueblo
que, luego de haber comido del árbol del conocimiento, descubre que está
desnudo y pobre».
Pedía una transformación de los principios de esta élite
en busca de una auto renovación que le permitiera hacer frente a los retos de
la sociedad, la adopción de un altruismo activo y de una actitud que le hiciera
capaz de comprender con mayor simpatía los problemas del campo. Repetidas
veces, en diversos escritos y conferencias, traté de dar énfasis a la
responsabilidad que en países política y económicamente subdesarrollados como
el nuestro, compete a las clases dirigentes para que, por una vez, utilizaran
un ascendiente para dignificar y no para consumir; para construir y no para destruir;
para iluminar la senda y no para oscurecerla. Otras personas y entidades,
preocupadas también por este fundamental problema, expresaron puntos de vista
similares.17 Desgraciadamente, aunque la historia del país en los últimos años
señale aisladamente actos extraordinarios por la visión y el espíritu de
servicio de quienes lo ejecutaron, no puedo menos que expresar mi ansiedad por
la conducta y actitudes de buena parte de nuestras clases orientadoras. Algunos
síntomas son ominosos; pero no quiero pensar que sean definitivos.
En este libro el lector cuidadoso encontrará suficiente
evidencia para demostrar, entre otros, el principio de imitación política (como
esta se ha malentendido entre nosotros), y la influencia cancerosa que el cruel
abuso egoísta y autocrático de ella ha tenido en los campesinos. Sólo medítese
sobre la forma como se originó y desarrolló la «violencia» en Colombia. Quizás
no sea mucho pedir nuevamente que los líderes nacionales abandonen su trágica
función como aprendices de brujos – ignorantes de las fuerzas sociales con que juegan,
incapaces de detenerlas, y que recapaciten en su estrategia y en su filosofía
de la acción para que, al conducir, conformen un país en el que puedan vivir
más amablemente nuestros hijos (Fals Borda, 1978: XIII).
De los varios aspectos que se pueden extraer de esta larga
cita, quisiera destacar cómo el maestro Fals, al igual que varios de sus colegas
en otros países de América Latina, está evidenciando que la
ansiada «modernización» que fue promovida por
intelectuales y algunos sectores dirigentes en distintos países de América
Latina estaba dando muestras de su imposibilidad. En el derrotero que siguió a
lo largo de los años sesenta, y que se puede encontrar plasmado en su texto de 1970
Ciencia propia y colonialismo intelectual, no hizo la asociación fácil entre
fracaso de la modernización y ciencia como una actitud mental; si bien es
cierto que, en la misma manera que otros intelectuales críticos de la época, se
inclinó hacia una «ciencia proletaria», lo interesante e
importante, es relevar una última característica de su
actitud científica, como finalmente es más propio llamarla. Se trata de una
máxima que él proponía y en la que se señalan los límites del ejercicio
interpretativo de la sociología, los mismos que hoy no parecen ser tenidos muy
en cuenta: «la cogitación de escritorio debe ir mano a mano con el trabajo sobre
el terreno, pues el contacto con la realidad es esencial».
En las agitadas discusiones que hoy se tienden a dar sobre
las palabras, llamar la atención sobre la necesidad de una actitud científica
como un legado importante del maestro Fals Borda puede ubicar estas líneas del
lado de un ya superado «positivismo»; sin embargo, sobre lo que se quiere
llamar la atención es al ejercicio responsable de construcción de conocimiento
que Orlando Fals Borda profesó, y que resulta muy necesario en un momento en
que la complejidad de lo social no es posible captarla a partir de lo que cada
quien se imagine caprichosamente, ni el que asume el legado occidentalizante
como puro, pero tampoco 18 quien habla desde, como hoy gusta decirse,
«otredades». Nuestro mejor homenaje, entonces, es tomar el legado del maestro
Fals como base a partir de la cual sea posible controvertir para no perderse en
el mar de palabras y generalizaciones adjetivadas en el que parece estar ahogándose
un importante sector de la academia en la actualidad.
Samuel Vanegas Mahecha
Director
Departamento
de Sociología
Pontificia
Universidad Javeriana
Bibliografía
Fals
Borda, O. 1957. El hombre y la tierra en Boyacá. Bogotá, ediciones
documentos
colombianos.
Fals
Borda, O. 1978. Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucío.
Bogotá,
Punta de Lanza.
Fals
Borda, O. 1981. Ciencia propia y colonialismo intelectual. Bogotá, Carlos
Valencia
Editores.
Fals
Borda, O. 1988. La insurgencia de las provincias. Hacia un nuevo
ordenamiento
territorial en Colombia. Bogotá, Siglo XXI editores.
Solari
A.; Franco R. y Jutkwitz J. 1976. Teoría, acción social y desarrollo en
América
Latina. México, Siglo XXI Editores.
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Pereira, Risaralda, Colombia,
Sudamérica, domingo 15 de abril de 2012.
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