lunes, 13 de agosto de 2012

ORLANDO FALS BORDA, EL LEGADO DEL HACER CIENCIA


Como un homenaje en el aniversario de su muerte, el Ingeniero Jorge Isaac López lópez, integrante del Comité de Base que lleva su nombre; nos presenta una compilación acerca del pensamiento y la obra del Sociólogo colombiano Orlando Fals Borda.


Orlando Fals Borda (Investigador y sociólogo, nació en Barranquilla, Colombia, el 11 de julio de 1925 y falleció en Bogotá el 12 de agosto de 2008).

Una Mirada del hombre de ciencia, activista y comprometido, político y lleno de amor por
Colombia, por América Latina y por el mundo en general.

Compilación: Esp. Jorge Isaac López López
Comité de Base “Orlando Fals Borda” [PDA]
jorgeisaac342@yahoo.es


La trayectoria personal, intelectual y política del maestro Orlando Fals puede mostrar uno de los derroteros a través de los cuales han discurrido las disciplinas y campos de estudio que se ocupan del análisis de lo social en Colombia, y, con el cuidado que se debe tener con las extrapolaciones, tal vez de América Latina. En su obra se puede seguir el trazado que va desde de lo que Franco, Jutkovitz y Solari (1976) llamaron «sociología científica» hasta la «sociología crítica»; en otras palabras de la sociología institucionalizada en la década de 1950 en América Latina bajo la inspiración funcionalista de la sociología predominante en Estados Unidos, a una sociología, que al igual que lo ocurrido tanto en los países del Norte como del Sur, incorporó la obra de Marx como
fuente de interpretación teórica principal. Tal vez algún sector de la academia pueda extrañar que en la obra de Fals Borda no haya eco del llamado «giro lingüístico» y por lo tanto podría ser «incompleta» porque se habría detenido en una visión «tradicional» y no aportaría más que a
una «historia» del análisis social en Colombia. No obstante, el homenaje que estas líneas quisiera rendir al maestro es destacar un rasgo de su obra que es necesario reafirmar para que lo producido en la academia se haga dentro de unos marcos mínimos de responsabilidad.

A lo largo de la trayectoria de su obra, Fals Borda conservó lo que él llamó en su primera obra que apareció en español El Hombre y la Tierra en Boyacá, el «método científico» 1 como una actitud mental, que resulta «…indispensable para poder sentar aquellas bases firmes que permitan simultáneamente, en lo posible, construir una teoría social a salvo de resquebrajaduras y conducir trabajos empíricos que no malgasten, por desorientación teórica o por falta de hipótesis de trabajo, los recursos investigativos disponibles» (Fals Borda, 1957: XI).

Ser fiel a ese principio fue lo que permitió que obras hechas en clave funcionalista, como Campesinos de los Andes y El Hombre y la Tierra en Boyacá, sobrevivieran luego de la entrada del marxismo tanto en su propia obra como en una buena parte de la academia colombiana en los años setenta; al respecto, Darío Fajardo, en el prólogo a la quinta edición de Campesinos de los Andes en 1979, anotaba que la riqueza descriptiva de las obras iniciales de Fals Borda «…lejos de reñir con las mayores posibilidades explicativas del materialismo histórico, proporciona[n] más elementos para la comprensión de la vida social y de su dinámica» (Fals Borda 1978: VIII). 1

En estas cortas líneas no hay espacio para entrar detenidamente en la discusión acerca de si en las primeras obras de Fals Borda hay una «visión positivista» cuando habla del «método científico»,
que luego cambiaría en el transcurso de la década de 1960 cuando da su viraje hacia la «ciencia
comprometida», que por demás, para la siguiente década, va recogiendo planteamientos como los
de Feyerabend, Kuhn, Foucault.14

Sin pretender minimizar los elementos que hicieron de Fals Borda el científico social comprometido como él lo entendía 2 , quiero llamar la atención sobre las características de la ciencia como actitud mental que se encuentran en su obra y que deberían resultar indispensables para cualquiera que emprenda de manera responsable la tarea de estudiar la realidad social; lo más importante de este legado del maestro Fals, sobre el cual baso este homenaje, es que se presenta como un requisito tanto para aquel que se declare científico social comprometido como
para el que no lo haga, e incluso lo considere impropio, cuestionable.

Un primer componente de dicho legado, es estar alerta contra lo que él llamaba los peligros del «mimetismo intelectual», es decir, repetir o confirmar lo que se dice o se hace «en otras latitudes». Sobre este riesgo advirtió Fals Borda, tanto en su crítica frente al «colonialismo intelectual» que promulgaba una ciencia social neutra, como a la aplicación dogmática del «materialismo histórico». El riesgo del «mimetismo intelectual» para Fals Borda se traducía en
confundir «neutralidad valorativa» con objetividad científica como si fuera posible realizar ciencia sin tener una valoración del proceso social y por lo tanto asumiendo una indiferencia frente a las problemáticas abordadas. Para evitar este riesgo Fals Borda recomendaba al científico social «…dar un paso metodológico adicional: combina(r) los modelos sincrónicos de corte seccional con los del proceso social e histórico diacrónicos» (Fals Borda, 1981: 24).

El paso adicional que recomendaba Fals Borda lleva a una segunda característica de la ciencia como actitud mental, esto es la necesaria mirada del proceso histórico que ha llevado a la constitución de los fenómenos sociales. Si bien es cierto que en sus primeros trabajos la perspectiva histórica le sirve para acentuar su tesis del mundo campesino de los Andes colombianos como un mundo en transición, como se tendía a concebir a América Latina por parte de la «teoría de la modernización» por ese entonces en boga, lo importante a destacar es que en su obra la «historicidad» de lo social se va a convertir en un elemento básico de la comprensión científica que permite, para emplear términos hoy al uso, «desnaturalizar» lo que en un momento dado se tenía por establecido. De los varios ejemplos que hay en su obra en este sentido, se puede citar el análisis que hace a propósito de una de las principales problemáticas de las que él se ocupó, las dinámicas regionales; después de indicar lo que significa para el país a finales de la década de 1980 repensar su ordenamiento territorial, señala: 2

A pesar que en todas sus obras desde finales de la década de 1960 y su acción política se hacen
a partir de su condición de científico social comprometido, es en el manifiesto de 1970, Ciencia
propia y colonialismo intelectual se pueden apreciar claramente lo que significaba para Fals Borda
el necesario compromiso social de un científico social.15

Naturalmente, cuando se establecen límites físicos como los que figuran como líneas divisorias en los mapas, éstos condicionan muchos de nuestros actos y de nuestros pensamientos. Tales líneas divisorias se traducen en nuestra conciencia a «cosas» dentro de un sistema aparentemente racional, normal o funcional, como si fueran hechos naturales y eternos. La suma de esas «cosas» dentro de un sistema aparentemente racional, normal o funcional, como si fueran hechos naturales y eternos. La suma de esas «cosas», de todo este sistema fetichizado y alienante, es la
que aparece en los mapas como Estado – Nación. Estos fetiches sistémicos son los que debemos enfocar, analizar y entender a cabalidad. También debemos ser capaces de burlarnos de las fronteras, de todas ellas, como en un esfuerzo de mentalidad colectiva (Fals Borda, 1988: 20).
Una tercera característica de la ciencia como actitud mental en la obra de Fals Borda es que fue ella la que lo llevó a su compromiso social; fue a través de conocer «de manera científica» la realidad social colombiana, en especial de la población rural, que él llega al convencimiento que en
un país como Colombia, hacer ciencia sin un compromiso social con la transformación era inconcebible 3 . En el comienzo de su trayectoria se plantea como el «científico social» que haciendo de manera rigurosa y responsable su trabajo podía mostrarle a las élites cuáles debían ser los derroteros para la inminente y necesaria transformación que requería un país, que dramáticamente, como se verá en los años siguientes, entraría en una larga oleada de violencia que prolongará con toda su decadencia hasta la actualidad. De ahí que en la primera etapa de su trabajo, la intención de Fals Borda era realizar una labor de sensibilización de las elites para la transformación de la realidad del campesinado; decía en el Prólogo a la edición castellana de Campesinos de los Andes, en 1961: «El descubrimiento de la realidad campesina me llenó de entusiasmo y esperanza, creando actitudes con que desde entonces he tratado de contagiar, dentro de mis cortos recursos, a mis colegas y miembros de la elite» (Fals Borda, 1978: XI).

Con la convicción que se estaba operando la transformación entre el campesinado, su preocupación era, en sus propias palabras «¿Cómo se van a orientar las energías del campesinado en su inminente despertar? ¿Cómo se conducen tales energías para que entre todos se modele un país mejor?» (Fals Borda, 1978: XII). Estas preocupaciones seguían en el marco 3 Entre los varios puntos que requerirían un mayor tratamiento en estas cortas líneas de homenaje al maestro Fals Borda, éste que es central en su obra y trayectoria, su visión de una ciencia social comprometida merece un debate detenido en la academia colombiana y latinoamericana.

La hipótesis que se sostiene es que para discutir y comprender la postura de Fals Borda hay que
comenzar por señalar que su responsabilidad como persona de ciencia fue la que lo llevó al estilo
de compromiso que asumió. 16 de su pretensión de asumirse como un «científico social» cuya función es realizar estudios dentro de los cánones de la ciencia, por eso el primer público de su trabajo eran sus colegas, en el prólogo citado anotaba, «Es posible que en el curso de los años pueda ofrecer a mis colegas del país y del extranjero, las conclusiones a que logre llegar en cuanto a los principales principios causales de los cambios socioculturales en nuestro medio» (Fals Borda, 1978: XII); en segundo lugar, pero no por ser menos importante, el conocimiento generado tenía como destino servir de base para «tomar decisiones inteligentes en cuanto a planeación social y
económica» (Fals Borda, 1978: XII).

En esa interpelación a las clases dirigentes, consideraba Fals Borda que para que el conocimiento científico, logrado con rigor y juicio, buscando estudiar el campesino colombiano «sin parcialidad ni prejuicio, tal como es realmente», se convirtiera en el insumo básico para encontrar vías de transformación hacia el bienestar, se necesitaba en Colombia un cambio en las clases dirigentes colombianas. Son ilustrativos dos párrafos del prólogo que se viene citando, como angustioso testimonio y razón del viraje que va a tener la trayectoria intelectual y política del maestro Fals Borda, y que, habrá que demostrarlo, también son una dramática advertencia de lo que va a ocurrir en el último cuarto de siglo en el país. Decía el maestro Fals, ¿Qué hacer con las clases dirigentes de Colombia? Porque de ellas, indudablemente, depende el curso de los próximos acontecimientos. Ya en la primera edición de este libro se les hacía un directo emplazamiento, concebido en términos de realismo y urgencia. Recordé que los círculos de la élite no ofrecían refugio contra los movimientos sociales que caracterizan a nuestro siglo, «porque el aislamiento no podrá constituirse nunca en defensa contra las emociones y aspiraciones de un pueblo que, luego de haber comido del árbol del conocimiento, descubre que está desnudo y pobre».
Pedía una transformación de los principios de esta élite en busca de una auto renovación que le permitiera hacer frente a los retos de la sociedad, la adopción de un altruismo activo y de una actitud que le hiciera capaz de comprender con mayor simpatía los problemas del campo. Repetidas veces, en diversos escritos y conferencias, traté de dar énfasis a la responsabilidad que en países política y económicamente subdesarrollados como el nuestro, compete a las clases dirigentes para que, por una vez, utilizaran un ascendiente para dignificar y no para consumir; para construir y no para destruir; para iluminar la senda y no para oscurecerla. Otras personas y entidades, preocupadas también por este fundamental problema, expresaron puntos de vista similares.17 Desgraciadamente, aunque la historia del país en los últimos años señale aisladamente actos extraordinarios por la visión y el espíritu de servicio de quienes lo ejecutaron, no puedo menos que expresar mi ansiedad por la conducta y actitudes de buena parte de nuestras clases orientadoras. Algunos síntomas son ominosos; pero no quiero pensar que sean definitivos.

En este libro el lector cuidadoso encontrará suficiente evidencia para demostrar, entre otros, el principio de imitación política (como esta se ha malentendido entre nosotros), y la influencia cancerosa que el cruel abuso egoísta y autocrático de ella ha tenido en los campesinos. Sólo medítese sobre la forma como se originó y desarrolló la «violencia» en Colombia. Quizás no sea mucho pedir nuevamente que los líderes nacionales abandonen su trágica función como aprendices de brujos – ignorantes de las fuerzas sociales con que juegan, incapaces de detenerlas, y que recapaciten en su estrategia y en su filosofía de la acción para que, al conducir, conformen un país en el que puedan vivir más amablemente nuestros hijos (Fals Borda, 1978: XIII).

De los varios aspectos que se pueden extraer de esta larga cita, quisiera destacar cómo el maestro Fals, al igual que varios de sus colegas en otros países de América Latina, está evidenciando que la
ansiada «modernización» que fue promovida por intelectuales y algunos sectores dirigentes en distintos países de América Latina estaba dando muestras de su imposibilidad. En el derrotero que siguió a lo largo de los años sesenta, y que se puede encontrar plasmado en su texto de 1970 Ciencia propia y colonialismo intelectual, no hizo la asociación fácil entre fracaso de la modernización y ciencia como una actitud mental; si bien es cierto que, en la misma manera que otros intelectuales críticos de la época, se inclinó hacia una «ciencia proletaria», lo interesante e
importante, es relevar una última característica de su actitud científica, como finalmente es más propio llamarla. Se trata de una máxima que él proponía y en la que se señalan los límites del ejercicio interpretativo de la sociología, los mismos que hoy no parecen ser tenidos muy en cuenta: «la cogitación de escritorio debe ir mano a mano con el trabajo sobre el terreno, pues el contacto con la realidad es esencial».

En las agitadas discusiones que hoy se tienden a dar sobre las palabras, llamar la atención sobre la necesidad de una actitud científica como un legado importante del maestro Fals Borda puede ubicar estas líneas del lado de un ya superado «positivismo»; sin embargo, sobre lo que se quiere llamar la atención es al ejercicio responsable de construcción de conocimiento que Orlando Fals Borda profesó, y que resulta muy necesario en un momento en que la complejidad de lo social no es posible captarla a partir de lo que cada quien se imagine caprichosamente, ni el que asume el legado occidentalizante como puro, pero tampoco 18 quien habla desde, como hoy gusta decirse, «otredades». Nuestro mejor homenaje, entonces, es tomar el legado del maestro Fals como base a partir de la cual sea posible controvertir para no perderse en el mar de palabras y generalizaciones adjetivadas en el que parece estar ahogándose un importante sector de la academia en la actualidad.

Samuel Vanegas Mahecha
Director
Departamento de Sociología
Pontificia Universidad Javeriana

Bibliografía

Fals Borda, O. 1957. El hombre y la tierra en Boyacá. Bogotá, ediciones
documentos colombianos.

Fals Borda, O. 1978. Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucío.
Bogotá, Punta de Lanza.

Fals Borda, O. 1981. Ciencia propia y colonialismo intelectual. Bogotá, Carlos
Valencia Editores.

Fals Borda, O. 1988. La insurgencia de las provincias. Hacia un nuevo
ordenamiento territorial en Colombia. Bogotá, Siglo XXI editores.

Solari A.; Franco R. y Jutkwitz J. 1976. Teoría, acción social y desarrollo en
América Latina. México, Siglo XXI Editores.
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Pereira, Risaralda, Colombia, Sudamérica, domingo 15 de abril de 2012.

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